MENSAJES
DERECHOS HUMANOS
EN EL PENSAMIENTO DE LA IGLESIA
JOSÉ MILLER MORA SALAZAR,
Magister en EducacciónMunicipio de Ibagué
Cada
día
se pone en evidencia que el ser humano se defiende de.
sí
mismo, anhelando y construyendo sobre sus carencias. La libertad
produjo sus mejores páginas
cuando el hombre tomó conciencia
de la esclavitud; la independencia se hizo tema al percibir
el peso del yugo; los valores transitan el pensamiento y sus expresiones,
cuando se han perdido; la honradez emerge cuando reina
la inmoralidad...
Hoy,
en Colombia, la gente ilustrada o no, siente necesidad de hablar
-y habla- de los Derechos Humanos. Realidad que por siempre
la Iglesia ha anunciado, denunciado y defendido como conciencia
del mundo y alma que plantea desde el testimonio absoluto
de «Aquel»
que indicó
con claridad ser «el
camino, la verdad y la vida»
(Jn. 14,6).
Si
alguien se interroga por los derechos humanos en el pensamiento
de la Iglesia, va a tener que aceptar que el eje central es
el Evangelio. Allí
hay páginas
sorprendentes como el Sermón de la Montaña; imperativos como la
erradicación urgente del egoísmo,
del odio y de la violencia; la urgencia del amor desde el cual
se puede construir el auténtico
sentido de la justicia, la opción preferente por el
pobre, la igualdad fundamental que elimina cualquier
tipo de discriminación, el
llamamiento a la solidaridad con todos
aquellos que son víctimas
de una riqueza que les ahoga y les
niega la posibilidad de ser o de ser más;
allí
está
presente ese maravilloso cambio de óptica
que distingue al cristianismo del que no
quiere serlo, porque mientras éstos «son
tolerantes con los vicios y
tiranos con las personas, el cristianismo condena los vicios y
mantiene incólume
el respeto a las personas».
Sería
largo enunciar -y además basta
insinuarlos para que vuelvan a
la memoria de todos ustedes-los elementos que, sobre la
dignidad y los derechos de la persona humana, están
contenidos en las cartas de los Apóstoles
y en el testimonio de los primeros padres de
la Iglesia que, sin ambages y en el lenguaje por demás
directo como el de su Maestro, llamaron las
realidades de su época
por su nombre y dedujeron verdades que,
aunque hoy quisieran muchos no tenerlas por dichas,
hacen parte entrañable del esfuerzo que la Iglesia ha hecho de mantenerse
siempre al servicio de la persona.
Los
derechos de la persona van, de hecho, más
allá
de los derechos del ciudadano que es
tan sólo
una de sus tantas facetas y formas
de expresión,
realidad que desde hace más de un
siglo, de acción
eclesial se ha difundido. León XIII
en 1.891 expresaba el
afán
de explicar los derechos humanos siempre en formas nuevas;
respondiendo a la realidad presente en América
Latina con las Conferencias Generales del Episcopado de Medellín
(1.968), Puebla (1.979) y Santo Domingo (1.992) se presentan análisis
que nos llevarán
a concluir que en un mundo en crisis y desasosiego
«solamente el que conoce a Dios, está en capacidad de hacer del respeto a los derechos humanos, no sólo una norma de vida sino una fundamentación de las razones sólidas de la convivencia».
El
documento de Santo Domingo presenta al respecto los desafíos
y líneas
pastorales: «La
conciencia de los derechos humanos ha progresado notablemente desde Puebla,
junto con acciones significativas de la
Iglesia en este campo. Pero al mismo tiempo
ha crecido el problema de la violación de
algunos derechos y se han incrementado las
condiciones sociales y políticas
adversas. Se ha oscurecido la concepción
de los mismos derechos por interpretaciones
ideologizadas y manipulación de
grupos, mientras aparece una mayor necesidad de
mecanismos jurídicos
y de participación
ciudadana.
Los derechos humanos se violan no sólo por el terrorismo, la represión, los asesinatos, sino también por la existencia de condiciones
de extrema pobreza y de estructuras económicas
injustas que originan grandes desigualdades. La
intolerancia política
y la indiferencia frente a la situación
del empobrecimiento generalizado,
muestran un desprecio a la vida humana concreta que
no podemos callar.
Merecen
una denuncia especial las violencias contra los derechos
de los niños,
la mujer y los grupos más pobres
de la sociedad: campesinos, indígenas
y afroamericanos. También hay que
denunciar el negocio del narcotráfico y
promover, de modo más
eficaz y valiente, los derechos humanos desde el Evangelio y la
Doctrina Social de la Iglesia, con la palabra, la acción
y la colaboración...
Comprometerse en la defensa de la vida desde el primer
momento de la concepción hasta
su último
aliento».
(Publicado Revista 65-General Santander- Policía- 1994)
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