domingo, 14 de septiembre de 2014

Miércoles de Ceniza: Oración y Conversión

Ceniza: Oración y Conversión
http://www.arquidiocesisdeibague.org/images/stories/ceniza2012.jpg22 Febrero 2012.   El miércoles de ceniza es un día penitencial por excelencia.  Dios nos regala la posibilidad para demostrar  nuestra solidaridad con los que sufren, con los necesitados: Ayuno, Oración, ofrenda....
            La ceniza se convierte en un signo en actitud de penitencia y en un sacramental para el perdón de los pecados.
            La imposición de la ceniza no es un rito mágico. Exige de nosotros la fe y a través de la fe nos propone la decisión, la respuesta personal que le debemos dar al Señor: Cambio de vida.
            Reconocemos públicamente nuestra condición de pecadores y damos el paso para aceptar la acción de Dios en nuestras vidas.  Marcar la señal de la cruz en nuestra frente nos recuerda quiénes somos; y qué pudiéramos hacer para darle a Dios lo que es de Dios.
Del Evangelio según san Mateo: 6,1-6.16-18   “En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: cuidad de no practicar vuestra justicia delante de os hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga.  Tú, en cambio, cuando hagas limosna que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente.  Os aseguro que ya han recibido su paga. 
                Tú cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y Tu Padre que ve en lo escondido, te lo pagará.  Cuando ayunéis no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. 
                Tu en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza, lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.”  Palabra del Señor.  
Conviértete y podrás creer en el Evangelio
El miércoles de Ceniza es el principio de la Cuaresma; un día especialmente penitencial, en el que manifestamos nuestro deseo personal de conversión a Dios. Al acercarnos a los templos a que nos impongan la ceniza, expresamos con humildad y sinceridad de corazón, que deseamos convertirnos y creer de verdad en el Evangelio
                El origen de la imposición de la ceniza pertenece a la estructura de la penitencia canónica. Empieza a ser obligatorio para toda la comunidad cristiana a partir del siglo X.
                La liturgia actual, conserva los elementos tradicionales: Imposición de la ceniza y ayuno riguroso. La bendición e imposición de la ceniza tiene lugar dentro de la Misa, después de la homilía; aunque en circunstancias especiales, se puede hacer dentro de una celebración de la Palabra o al final de la Eucaristía. Las fórmulas de imposición de la ceniza se inspiran en la Escritura:
Génesis, 3, 19: “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”
Marcos 1, 15: “Conviértete y cree en el Evangelio”
                La ceniza es el residuo de la combustión por el fuego de las cosas o de las personas. Este símbolo ya se emplea en la primera página de la Biblia cuando se nos cuenta que “Dios formó al hombre con polvo de la tierra” (Génesis 2,7). Eso es lo que significa el nombre de “Adán”. Y se le recuerda enseguida que ése es precisamente su fin: “Hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho” (Génesis 3,19).

                Por extensión, representa la conciencia de la nada, de la nulidad de la criatura con respecto al Creador, según las palabras de Abrahán: “Aunque soy polvo y ceniza, me atrevo a hablar a mi Señor” (Gn 18,27). Esto nos lleva a todos a asumir una actitud de humildad (“humildad” viene de humus, “tierra”): “polvo y ceniza son los hombres” (Eclesiástico 17,32), “todos caminan hacia una misma meta: Todos han salido del polvo y todos vuelven al polvo” (Eclesiastés 3,20), “todos expiran y al polvo retornan” (Salmo 104,29). La ceniza significa también el sufrimiento, el luto, el arrepentimiento. En Job (Job 42,6) es explícitamente signo de dolor y de penitencia. De aquí se desprendió la costumbre, por largo tiempo conservada en los monasterios, de extender a los moribundos en el suelo recubierto con ceniza dispuesta en forma de cruz. 

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